Por Ramón Fernández el 18 Jun 2019 – 3:53pm. ADNCUBA
El tiempo es inclemente. Castiga sin misericordia a la piedra, a los árboles y al cuerpo humano. Pero en Cuba hacen el mismo camino la piedra y las personas. Los edificios envejecen al paso de la gente que, posiblemente, fue testigo de su construcción, o ya estaban allí cuando los viejos de hoy vinieron a este mundo.
Lo que no pensaron es que ese mundo iba a ser un mundo cruel en su vejez. Lo dieron todo. Soñaron todos los sueños. Y hasta tuvieron la ingenuidad o la buena voluntad de llenarse de paciencia, al ver que ese mundo soñado demoraba, y aun así supieron decir “todavía”, y se animaban musitando “ya vendrá”.
Pero el mundo a su alrededor comenzó a descascararse. Las paredes de la casa pedían pintura a gritos. Las cañerías se oxidaron. Un día, no corrió nunca más agua por ellas y hubo que aprender a cargarla en cubos, en garrafas, en cuanta cosa apareciera para que se bañaran sus hijos, y para que sus hijas cocinaran a los nietos.
Y en el espejo comenzó a aparecer un rostro diferente del que recordaban. Un rostro azotado por las tormentas de la vida. Por los insomnios y la vigilia. Por los fantasmas que comenzaron a habitar sus cada vez más cortas noches.
Ese anciano que aparece en el espejo empezó a sospechar que el mundo prometido no vendría jamás. Lo sospechaba porque sus hijos partieron. Se fueron a vivir lejos, en una realidad distinta. Y los edificios de la manzana comenzaron también a despedirse y con ellos se fue, poco a poco, su memoria.
Y vino una primera oscuridad, y luego otra y otra. Y se jubilaron porque ya era inútil y a veces imposible acudir a sus trabajos. Y total, para qué, porque nada en este mundo pagaba tanto sufrimiento. Y entonces tuvieron más tiempo libre para que les doliera un poco más el tiempo.
Más tiempo para extrañar a los que ya no estaban, los muertos y los vivos. Y sus calles dejaron brotar la tierra que cubría el asfalto, y tuvieron más baches que la cara de Randy Alonso, el inmutable presentador del programa Mesa Redonda.
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