Por Ariel Maceo Téllez el 16 Apr 2020 – 5:17pm. ADN Cuba
Opinión
A primera vista, las pesquisas realizadas por los estudiantes de medicina y otros trabajadores de la salud parecieran “eficaces”, pero la realidad es que esos jóvenes, por muy lamentable que suene, se convierten en virus silenciados que se propagan por cada lugar al que lleguen. Eso, más que un acto de sanidad, es un acto temerario.
Sobre todo, porque llegamos a la etapa en la que el virus se transmite de manera endémica, local. Cualquiera ahora mismo es un potencial transmisor de un virus chino por el que ya han fallecido 27 personas en Cuba, y la cifra -ojalá y no- irá en aumento. Porque aún no llegamos al día 40 desde que se confirmó el primer caso en la Isla. Y ya sabemos lo que ha ocurrido en los otros países afectados a partir del día 40. Una catástrofe.
Bien que alguno de los que están haciendo esas pesquisas pudiera estar infectado, porque se sabe que la COVID-19 muchas veces es asintomática. Entonces ese muchacho o muchacha llegaría al hogar de alguien a pesquisar y dejaría el virus en el ambiente, y luego se irían a su casa, entusiasmados por haber cumplido con la tarea de la revolución y dejarían atrás el comienzo del caos en casa de cualquiera, sobre todo, de esos ancianitos, que no pueden salir a la calle y que deberían ser atendidos adecuadamente por profesionales y no por estudiantes inexpertos.
Estudiantes que ya para el 20 de marzo pasado eran más de 28 mil en la calle y habían visitado a más de un millón de personas. Sí, 28 mil jóvenes inexpertos que ni siquiera pueden refutar a sus superiores. Jóvenes estudiantes de medicina que no pueden defenderse y son amenazados con perder sus carreras si no cumplen con la misión “revolucionaria”.
Solo basta recordar a esa señora desagradable que se dice “doctora” y que en medio de una conferencia le dijo a un estudiante: O te quitas el tapabocas o te vas. ¿Acaso ella no es una profesional que debería velar y cuidar a cada persona con la que lidie en esta vida?
Justo ahora, a más de un mes de los primeros casos de contagio, hay 862 casos confirmados. No hay transporte público. Las colas y las aglomeraciones son enormes. Los apagones comienzan a aparecer. No hay pasta de diente. La represión fue reconocida por el mismo presidente Miguel Díaz Canel Bermúdez. Las zonas en cuarentena permanente ya son mayores. Y nuestros jóvenes siguen arriesgando la vida ahí afuera cuando deberían estar en sus casas, porque ellos también tienen familia.
Así mismo lo publicó en su muro de Facebook el exdiputado Luis Ángel Adán Robles:
“Son tiempos donde es mejor estar en casa (como se manda al resto de la población) pues somos grandes grupos de estudiantes en las calles, reunidos en lugares donde ya hay casos positivos y al final del día volvemos a nuestros hogares donde también tenemos familia, ancianos, personas comprendidas en los grupos de riesgo”.
Luis Ángel quien fuera el único diputado abiertamente gay, dentro de la Asamblea Nacional, mostró su preocupación por que él también es estudiante de medicina. Y es que esa tarea debería suspenderse desde ya, y evitar un mayor riesgo, además, esa supervisión debería ser realizada por los profesionales, pero nuestros profesionales ya están enfrentando una dura tarea en los hospitales, y otra gran parte de ellos, los que ya han lidiado con pandemias alrededor del mundo, siguen siendo enviados a otros países donde el coronavirus ha golpeado fuerte. Sí, esos países necesitan toda la ayuda posible, ¿pero y nosotros?
¿Y si nuestra situación empeora? ¿Acaso no vamos a necesitar a esos profesionales de la salud? A medida que pasen los días, más ayuda hará falta, pero en nuestra Cuba la sociedad civil es un fantasma a cuatro patas, y se les suman a las pesquisas, que son altamente riesgosas y que a esta altura deberían estar suspendidas, otro llamado a los jóvenes universitarios. En este caso más de 100 estudiantes de la CUJAE fueron reclutados para ayudar en los SAF (Sistema de Atención a la Familia) muy lindo y humanista, pero nada voluntario.
Y ahí está una vez el gobierno poniendo el riesgo a nuestros jóvenes que forman parte de esos grupos de ayuda, pero no de forma voluntaria, sino bajo la misma premisa por la que pudieran ser llamados para ir a una tribuna antimperialista, o a un primero que mayo.
Lo más fácil sería crear grupos de voluntarios, entonces ahí si tendríamos verdaderos héroes jugándose la salud para ayudar a los demás, pero no, en el caso de los estudiantes de medicina, la posibilidad de ser voluntarios solo se la dieron a los estudiantes extranjeros:
“Los que quieran vincularse con nosotros, los aceptamos y los recibimos con los brazos abiertos”. Esas fueron las palabras del rector de la Universidad de Ciencias Médicas de la Habana Jorge González, dejándolo todo más que claro, nuestros estudiantes están condenados. Que clase desastre.
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