La escena doméstica
Los limitados cambios económicos introducidos por el general Raúl Castro en Cuba motivaron a algunos observadores a proclamar el fin del comunismo y el desmantelamiento del sistema totalitario en la isla.
A pesar de las propias declaraciones de Raúl Castro de que no fue elegido para restaurar el capitalismo, estos observadores insistieron en su creencia de que las reformas económicas se profundizarían y que Cuba marcharía felizmente hacia el capitalismo, o al menos hacia un capitalismo al estilo chino.
Si los objetivos del gobierno de Castro fueran realmente avanzar hacia una economía de mercado, no limitaría las empresas económicas a unas 200 actividades individuales, entre ellas, peluquerías, lustrado de zapatos, pizzerías, arrendar tierras vacantes a agricultores individuales para producir principalmente agricultura de subsistencia, o liberalizar el mercado inmobiliario y automotriz. Además, los onerosos impuestos, regulaciones y derechos de licencia que se imponen a estas actividades no conducen al desarrollo de empresas prósperas y libres.
Es muy difícil para el general Raúl Castro rechazar el legado de centralización política y económica de su hermano. La legitimidad de Raúl se basa en ser heredero de Fidel. Cualquier movimiento importante que contradiga las “enseñanzas” de Fidel crearía incertidumbre entre las élites gobernantes de Cuba: el partido y el ejército. También crecería la inestabilidad ya que algunos grupos abogarían por un cambio rápido, mientras que otros se aferrarían a políticas más ortodoxas. Los cubanos podrían ver esto como una oportunidad para la movilización, exigiendo reformas más rápidas.
Para Raúl, la incertidumbre de descorchar la “botella de la reforma” en Cuba es mayor que mantener la tapa cerrada, y moverse con cautela. Durante las últimas cinco décadas, las consideraciones políticas siempre han dictado las decisiones económicas de los líderes comunistas en la isla.
A los 86 años de edad, el General Castro quiere pasar estos tiempos difíciles introduciendo cambios limitados y manteniendo un control político estricto. Su objetivo es calmar a una población cada vez más infeliz y prevenir una explosión social, no transformar a Cuba en una sociedad capitalista. Por sus acciones y declaraciones, Raúl Castro está indicando que Cuba seguirá siendo, en un futuro previsible, un experimento totalitario fallido.
Su entrega de la Presidencia a un burócrata menor del Partido Comunista a principios de 2018, mientras se mantiene como Secretario General del Partido y líder de facto de los militares, es una clara indicación de una sucesión limitada y no un proceso de transición. El nuevo presidente no tiene apoyo militar ni popular y estará sujeto a los deseos de Raúl y sus aliados militares cercanos del Buró Político del Partido. La creación de una “troika” militar para gobernar las tres regiones de Cuba es un ejemplo más de una sucesión militarizada en la isla.
La dimensión extranjera
Raúl no parece estar dispuesto a otorgar concesiones significativas e irreversibles para una normalización a largo plazo de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba. Al igual que su hermano en el pasado, las declaraciones y discursos públicos tienen motivaciones políticas y están dirigidas a audiencias en Cuba, los Estados Unidos y Europa. Las vías para negociaciones serias nunca se han cerrado, como lo demuestra la normalización diplomática bajo el presidente Obama y las migraciones y los acuerdos contra secuestros de aviones entre los Estados Unidos y Cuba.
Raúl no está dispuesto a renunciar al apoyo y la estrecha colaboración de países como Venezuela, China, Irán, Corea del Norte y Rusia a cambio de una relación incierta con Estados Unidos. Es más probable que las políticas de Raúl permanezcan más cerca de los regímenes que no son particularmente amigables con los Estados Unidos y que exigen poco de Cuba a cambio de una ayuda generosa.
Sin embargo, existe la firme creencia en los Estados Unidos de que las decisiones políticas de Cuba podrían estar influenciadas por consideraciones económicas, y que una situación de deterioro económico podría obligar al régimen de Castro a llevar a Cuba hacia una economía de mercado y, finalmente, hacia reformas políticas. Esto no ha sucedido y no es probable que suceda.
En los Estados Unidos, muchos aún creen que el bloqueo es la causa de los males económicos de Cuba. Esta idea ha sido propagada continuamente por el régimen de Castro para obligar a los Estados Unidos a levantar unilateralmente sus sanciones.
En realidad, la causa de los problemas económicos de Cuba no es el embargo, sino un sistema económico fallido. Al igual que las economías marxistas soviéticas y de Europa oriental, el sistema de Cuba es anticuado, ineficiente y corrupto. No fomenta la productividad o la iniciativa individual. Si Cuba exportara y produjera más, podría comprar cualquier producto que necesite de otros países. Para Cuba, Estados Unidos es el mercado más cercano, pero no el más barato. Lo que el régimen de Castro sí acoge es el turismo estadounidense y los créditos para subsistir sin hacer grandes cambios económicos o políticos.
La creencia en Estados Unidos de que, a través de negociaciones e incentivos, se puede influir en el comportamiento de Raúl, se ha visto debilitada por su poca disposición para otorgar concesiones importantes a los Estados Unidos. Raúl prefiere sacrificar el bienestar económico de los cubanos, en lugar de ceder a las demandas de una Cuba diferente, política y económicamente. Ni los incentivos económicos ni las presiones han funcionado con Cuba en el pasado. No es probable que funcionen en el futuro. En un discurso del 1 de enero de 2019, Raúl Castro nuevamente culpó a los Estados Unidos por los males de Cuba y se mantuvo desafiante a las políticas de los Estados Unidos.
Después de Raúl
Si Raúl Castro falleciera o quedará incapacitado, será el Buró Político del Partido Comunista de Cuba quien decidirá su reemplazo. Si bien Raúl designó a Miguel Díaz Canel como nuevo presidente de Cuba, su permanencia dependerá de las circunstancias en ese momento. Si la desaparición del último Castro ocurre bajo una mayor presión social o violencia, es probable que el Buró Político seleccione un miembro de “línea dura”, probablemente del ejército. Dado que la mayoría de los miembros del Buró Político son militares, este grupo tomará la decisión final. Aunque Díaz Canel también tiene rango militar, es poco probable que los Generales en el Buró Político acudan a él en un momento de crisis.
Si la sucesión es pacífica, Díaz Canel continuará, pero tendrá que lidiar con el poder de los generales más antiguos y con el hijo de Raúl, Alejandro Castro Espín, coronel-coordinador de las fuerzas militares y de seguridad, y un poder en crecimiento. Sin apoyo dentro del ejército o en el partido, Díaz Canel seguiría siendo una figura títere con poder limitado.
La pregunta clave sobre la Cuba post-Castro no es quiénes serán sus nuevos gobernantes o qué les interesaría lograr. La pregunta clave es si la institucionalización de la revolución bajo el control de los militares, el partido y el aparato de seguridad sobrevivirá la desaparición de Raúl Castro. E igualmente importante, ¿qué puede esperar lograr cualquier liderazgo emergente dentro del contexto sociopolítico y económico existente?
También hay otras preguntas clave y más preocupantes: ¿Podrán los nuevos gobernantes llevar a cabo alternativas importantes? ¿Temerán alterar el equilibrio de intereses de múltiples niveles del que dependerá un nuevo gobierno?
Los impedimentos para un cambio importante son significativos:
- Una población aterrorizada, desorganizada y temerosa que espera un cambio desde arriba. Hay una fuerte creencia entre el pueblo cubano acerca de la eficacia de los servicios de seguridad y un temor abrumador a sus capacidades represivas. La elite política ve el desarrollo de una sociedad civil como un desafío importante a su autoridad absoluta y una amenaza para su control a largo plazo. Los limitados logros alcanzados por una sociedad civil independiente de los hermanos Castro en los últimos años, son el resultado de una economía deteriorada, desilusión con la revolución y con el régimen de Raúl Castro, influencia de fuerzas externas y una relajación limitada del control del sistema. Sin embargo, la sociedad civil sigue siendo débil, no muy efectiva y vigilada cuidadosa y constantemente por las fuerzas de seguridad.
- El ejército, la institución más importante en la Cuba contemporánea, tiene una legitimidad y respeto significativos y es una fuerza disciplinada y leal. Controla más del 60% de la economía. ¿Estarán dispuestos a renunciar a este control económico y su papel prominente? Uno de los principales desafíos posteriores a Castro en Cuba será cómo sacar a los militares de la economía y devolverlos al cuartel.
Por lo tanto, la posibilidad de continuidad del régimen parece más fuerte para Cuba que para otros estados comunistas. Aunque el final de estos llegó repentinamente, se necesitaron décadas de decaimiento para debilitar críticamente al régimen comunista y sus aliados, así como los cambios de liderazgo sucesivos, la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán y el deterioro del Partido Comunista.
El final de la era de Castro puede que no conduzca a un período de rápida transformación política o económica, ni a un colapso del sistema. La estabilidad del régimen cubano se basa principalmente en el poder de las Fuerzas Armadas, el aparato de seguridad y la estructura del Partido. La organización y la fuerza de la burocracia que ha crecido en torno a estas instituciones parece asegurar la continuidad a corto plazo. Salvo lo imponderable o impredecible, no es probable un cambio rápido.
Quizás el desafío crítico para un régimen post-Raúl sea mejorar la economía y satisfacer las necesidades y expectativas de la población, mientras continúa manteniendo el control político. Las reformas económicas demasiado rápidas pueden llevar a un relajamiento del control político, un hecho temido por los militares, y otros aliados empeñados en permanecer en el poder y seguir beneficiándose de sus posiciones privilegiadas. Desafortunadamente para los cubanos, la transición puede ser lenta y dolorosa.
* Jaime Suchlicki es Director del Instituto de Estudios Cubanos, CSI, un grupo de investigación sin fines de lucro en Coral Gables, FL. Es el autor de Cuba: De Colón a Castro, ahora en su quinta edición; México: de Montezuma al ascenso del PAN, 2ª edición, y Breve Historia de Cuba. Es un consultor de gran prestigio para el sector público y privado.
3 thoughts on “Cuba: Continuidad o cambio”
Este analisis, de Jaime Suschliki, al igual que otros, de Pedro Roig, que he leido, es formidable. Resulta sensato, balanceado, bien informado y provee al lector de un documento sin apasionamiento y lo que mas se acerca a una verdad objetiva de la realidad cubana.
Felicito al Instituto de Estudios Cubanos en su labor patriotica de diseminacion de la historia pasada (este dia en la historia…) y presente (el actual relato) de Cuba, asi como a sus colaboradores. Como cubano-americano, pero de grandes raices cubanas, me enorgullezco en apoyar esta Institucion.
OHHH SI
The first generation of cubans in USA . full of passions for all kind of achievements is starting to disappear, an organic necessity, this second of “Cuban generation” will not influence so much the cuban in the Island, their attention if in other areas of fulfilment.
Cuba is again repeating the same cycle they had after Spain left Cuba from 1902 to 1959 ,
57 years of political struggles, wars and mimiquin other societies, there is no maturity to have
a thriving and real society.
It is false what I heard when I was a child that Cuba was the “Grece of America”
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