El 22 de enero de 1896 Antonio Maceo, al frente de las fuerzas cubanas que luchaban por la independencia, llegaba a Mantua, Pinar del Río, completando con éxito la invasión de las provincias occidentales. Fue una extraordinaria victoria estratégica. La guerra se iba a librar ahora en los campos de la región azucarera más rentable de Cuba.
La invasión, que comenzó en Oriente en el histórico “Mangos de Baragua” el 22 de octubre de 1895, tomó tres meses para llegar a la ciudad más occidental. El 29 de noviembre de 1895, Antonio Maceo y Máximo Gómez habían unido sus fuerzas en la provincia de Las Villas con unos 2,600 hombres, en su mayoría caballería. En este momento, España había desplegado más de 140,000 soldados en Cuba.
A principios de diciembre, Arsenio Martínez Campos, el capitán general español, comenzó un movimiento táctico para rodear y destruir a las fuerzas invasoras. Varios regimientos españoles se acercaron a los cubanos desde diversas rutas.
Preocupados por su situación, Gómez y Maceo buscaron una salida mientras se enfrentaban en una sangrienta pelea de retaguardia. El 15 de diciembre lo encontraron en las llanuras de Mal Tiempo, cerca de Cienfuegos. La fuerza española de 600 hombres del coronel Narciso Rich, comenzó a organizarse para la batalla. Montando a la cabeza de la columna, Maceo con su genio táctico, se dio cuenta de la necesidad de atacar antes de que pudieran completar su despliegue y ordenó el “toque a degüello”. De inmediato la columna entró en acción blandiendo los machetes, y lanzándose a todo galope en una carga frontal de caballería.
Cuando Gómez escuchó las cornetas, corrió hacia el frente. La pelea fue breve pero feroz. Los españoles resistieron, pero los jinetes siguieron adelante con el ataque y rompieron las filas de los españoles. Un testigo presencial escribió: “En honor al ejército español, debo declarar que ni antes ni después de la guerra vi a sus soldados perder la moral y romper filas”. La batalla de Mal Tiempo fue un giro decisivo. Las fuerzas rebeldes se habían abierto paso y ahora estaban a las puertas del emporio azucarero de Cuba. De repente e inesperadamente, el sistema colonial español fue sacudido hasta sus cimientos.
A finales de 1895, Gómez y Maceo concibieron la maniobra más brillante de la invasión. El plan consistía en marchar con rumbo al este y engañar a los generales españoles para que pensaran que los cubanos se estaban retirando a Oriente. La movida fue un éxito, ya que Martínez Campos ordenó a la mayoría de sus tropas desplegadas en las estrechas llanuras entre La Habana y Matanzas para marchar rápidamente a Las Villas y derrotar a las fuerzas invasoras antes que llegaran a sus fortalezas en Oriente.
Pero Gómez y Maceo cambiaron nuevamente de dirección, moviéndose hacia el oeste y entrando en la provincia de La Habana, donde entre el 2 y el 7 de enero de 1896, sus fuerzas ocuparon una cadena de 11 pueblos, incluida Güira de Melena, casi sin resistencia. Cuando los cubanos llegaron tan cerca como a 12 millas de la capital, las autoridades coloniales entraron en pánico y dieron órdenes de cercar La Habana, por temor a un ataque inminente.
El 7 de enero, Maceo y Gómez dividieron sus fuerzas en Hoyo Colorado, en la frontera entre las provincias de La Habana y Pinar del Río. Maceo llevó 1,560 hombres a Pinar del Río, mientras que Gómez se quedó en La Habana con poco más de 2,000.
La noticia del desastre militar sacudió el gobierno español, y algunos periódicos exigieron el retiro de Martínez Campos. El Heraldo de Madrideditorializó: “Lo que está sucediendo es verdaderamente inconcebible. Es incomprensible cómo los generales con experiencia… pueden ser engañados en la forma en que están siendo engañados. Está más allá del asombro… es petrificante. Esta situación no puede ser tolerada”.
El impacto de la invasión se supo en toda Europa y América. En Alemania, la mayor productora de azúcar de remolacha del mundo, la prensa informó: “Habiendo destruido la riqueza azucarera en Matanzas, los rebeldes entraron a La Habana y Pinar del Río… dondequiera que llegaron, la cosecha se quemó en los campos, los ferrocarriles se destruyeron, y se interrumpió la comunicación telegráfica. Solo una pequeña porción de la cosecha de caña de azúcar puede ser salvada. De los 361 centrales azucareros en Cuba, solo 32 están trabajando ahora. El resto se ha visto obligado a cerrar, en parte porque la cosecha está destruida, en parte por temor a los ataques”.
El Review of Reviews, publicó: “Los insurgentes cubanos, cuyo campo de acción hasta hace poco se había limitado a las provincias orientales y centrales, han obtenido bajo el notable liderazgo de los generales Gómez y Maceo, una gran victoria que lleva la guerra a la provincia de La Habana… y la revolución ha ganado un nuevo progreso”.
El Diario de la Marina reconoció la seriedad del éxito de la invasión cubana. Escribió: “no solo han llegado al oeste sino que, al hacerlo, han devastado todo el territorio que es el granero de Cuba”. ¿Cómo pudo haber ocurrido? “… el avance de las fuerzas rebeldes, es motivo de asombro”.
El historiador español Fernando Gómez escribió: “… la invasión de Occidente extendió la guerra en toda la isla como si fuera un enorme rastro de pólvora que está teniendo un efecto devastador en la economía de Cuba. Destrozó por completo la economía azucarera de la isla. La cosecha de azúcar cayó de más de 1 millón de toneladas en 1895 a solo 225,000 toneladas en 1896″.
La exitosa invasión que alcanzó Mantua el 22 de enero de 1896 fue una gran victoria estratégica… El impacto político fue tan severo que puso en peligro la frágil estabilidad de la monarquía española y dejó en ruinas la economía de la isla.
La revista londinense The Economist informó: “España se vio obligada a ir al mercado europeo por primera vez desde el comienzo de la guerra para obtener fondos para financiarla”.
El éxito de la invasión significó la derrota del general más respetado de España, Arsenio Martínez Campos. Su último informe a Madrid decía: “He fracasado. La responsabilidad es mía”.
Por ultimo, la invasión sirvió para persuadir a muchos autonomistas, ricos hacendados e inversionistas extranjeros, que España no podia garantizar sus intereses económicos, ni asegurar la paz política.
* Pedro Roig, Esq. es Director Ejecutivo del Instituto de Estudios Cubanos. Tiene una maestría en artes de la Universidad de Miami y un doctorado en derecho de la Universidad de St. Thomas. Ha escrito varios libros, entre ellos La muerte de un sueño: Una historia de Cuba y Martí: La lucha de Cuba por la libertad. Es veterano de la Brigada 2506.