Para Fidel Castro, el propósito de su “movimiento” clandestino era alcanzar el poder, por lo tanto, la ruta para lograr el control total era aplicando la mentira, la violencia, y la traición. Estas fueron las fuerzas dominantes de Castro para imponer su autoridad suprema en el proceso de lucha contra Batista.
Desde el momento en que Fulgencio Batista dio el golpe de estado, el 10 de marzo de 1952, Castro supo que las puertas para una revolución violenta estaban abiertas y no perdió el tiempo, forjando un grupo armado conocido inicialmente como la “Generación del Centenario” (del nacimiento de Jose Martí). Era una vanguardia, leal y obediente a las órdenes de Fidel Castro. Los miembros se comprometieron a la más estricta disciplina. Aquí encontramos la poderosa influencia Jesuita en Castro que era un comunicador persuasivo y su discurso fue siempre un llamado apocalíptico al supremo sacrificio.
El movimiento clandestino se organizó en células de lucha. El secreto era obligatorio. La mayoría de los miembros provenían de las filas de la clase media y la juventud “ortodoxa”. El círculo de confianza de Castro era pequeño e incluía a su hermano Raúl, el simpatizante leninista Abel Santamaría (un concesionario de automóviles Pontiac), su hermana Haydeé, Antonio López (Ñico), Jesús Montané, Renato Guitar, Pedro Miret y Ramiro Valdez. En el momento del asalto al Moncada, el movimiento tenía más de 250 miembros, principalmente de Pinar del Río y La Habana. Habían recaudado $ 15,000 para armas y materiales para llevar a cabo el ataque.
El cuartel Moncada en Santiago de Cuba era la base del regimiento Antonio Maceo, con más de 1,000 hombres. Castro se dirigió a esta base del ejército creyendo que su pequeña fuerza de alrededor de 130 hombres y 2 mujeres (el número exacto de hombres sigue siendo imposible de verificar) podría tomar la fortaleza por sorpresa. El ataque se realizaría el 26 de julio, el último día del Carnaval de Santiago. Castro contaba con el hecho de que mucho de los soldados deberían estar embriagados y profundamente dormidos después de días en que Santiago se desbordaba en una fiesta inmensamente popular. En este radiante carnaval, las “comparsas” y la “Conga” exhibían la sensual cadencia al ritmo de los tambores y la “Corneta China” que recorrían las calles en una memorable y arrolladora fiesta de ron, música y alegría. Este final de fiesta marcó el ataque al cuartel Moncada.
Castro atacaría una fuerza diez veces mayor y con mejores armas. Por razones de seguridad, la mayoría de los jóvenes no sabían que su destino final era el Moncada y fueron a Santiago creyendo que iban a continuar entrenándose en una granja alquilada por Renato Guitart en la carretera a la playa Siboney, a unas 10 millas al este de la ciudad. Guitart pertenecía a una apreciada familia burguesa de Santiago y era el “Santiaguero” en el grupo de Castro.
Esa noche comieron fricasé de pollo. Luego Castro les explicó el plan: Atacaremos el Cuartel Moncada (y el Cuartel de Bayamo) cuando los guardias estén solo medio despiertos y los oficiales todavía estén durmiendo por su embriaguez. Será un ataque sorpresa y no debe durar más de diez minutos. Por un momento, hubo un completo silencio. Para 65 de ellos, esa sería su última cena. Fidel Castro los había convocado a un suicidio. (9 murieron en la lucha y 56 fueron capturados y asesinados)
Los detalles del ataque han sido bien investigados por varios estudiosos, por lo que abordaremos algunos temas para ilustrar el criminal desastre.
Alrededor de las 5:00 a.m., vestidos con uniformes del ejercito abordaron 16 autos, divididos en grupos de asalto con objetivos específicos. El primer gran contratiempo llegó temprano cuando uno de los grupos se perdió en su camino hacia el Moncada. Nunca llegaron al cuartel.
El grupo principal de Fidel Castro llegó a la Posta# 3. Ramiro Valdés y Renato Guitar salieron del primer auto gritando “Atención… el general está llegando”. Sorprendidos los centinelas fueron capturados y sus armas tomadas, pero de repente se presentó una patrulla itinerante que los descubrió y comenzó el tiroteo. Se había perdido el factor sorpresa.
Por unos minutos la tropa estuvo desconcertada ya que los atacantes llevaban uniformes del ejército. En el error, algunos soldados comenzaron a dispararse entre sí, pero superada la confusión inicial, la guarnición reaccionó con su enorme poder de fuego y rechazó el ataque.
Cumpliendo órdenes del jefe del Moncada, Coronel Alberto del Río Chaviano, la represión fue brutal. Castro huyó a la granja de Siboney y luego se escondió cerca de las montañas de “La Gran Piedra”.
El 1 de agosto, Fidel Castro se rindió con dos compañeros a una pequeña patrulla encabezada por el teniente Pedro Sarría. Algunos de los soldados enfurecidos pidieron la ejecución inmediata de Castro y sus hombres, pero Sarría reconoció a uno de los prisioneros como masón y les salvó la vida. Esta fortuita decisión fue seguida inmediatamente por la llegada a la montaña del muy respetado Arzobispo de Santiago, Enrique Pérez Serantes, quien había obtenido de Batista la garantía de la vida de Castro. Los soldados insistieron en matar a Castro en el lugar, pero fueron controlados por la intervención del Arzobispo. La iglesia católica que sería cruelmente aplastada por Fidel Castro le salvó la vida en ese fatídico día.
Después del Moncada, Castro sobrevivió como un prominente líder revolucionario, hasta alcanzar el poder como “Máximo Líder” de un régimen Marxista-Leninista basado en el terror y el miedo. El 26 de julio de 1953 fijó la fecha del comienzo de la gran tragedia que aún vive la nación cubana.
* Pedro Roig, Esq. es Director Ejecutivo del Instituto de Estudios Cubanos. Tiene una maestría en artes de la Universidad de Miami y un doctorado en derecho de la Universidad de St. Thomas. Ha escrito varios libros, entre ellos La muerte de un sueño: Una historia de Cuba y Martí: La lucha de Cuba por la libertad. Es veterano de la Brigada 2506.