El 12 de agosto de 1933, con el apoyo del Estado Mayor del ejército cubano, el embajador de los Estados Unidos, Benjamin Sumner Welles, presentó a Gerardo Machado un plan para su renuncia como presidente de Cuba. El desafiante dictador se entrevistó con los oficiales del campamento militar de Columbia, donde fue informado que había perdido el apoyo del Ejército, y tuvo que renunciar. Esa tarde, Machado dejó el Palacio Presidencial y voló a Nassau en las Bahamas.
Ocho años antes, la fortuna política de Machado era positiva cuando, el 20 de mayo de 1925, fue elegido quinto presidente de Cuba y la República de Cuba cumplía 23 años. Todo parecía estar avanzando hacia la estabilidad política y el crecimiento económico. Machado ganó la presidencia en una plataforma de regeneración nacional bajo el lema “agua, caminos y escuelas”. Pidió que se pusiera fin a la Enmienda Platt y se mejorara la atención médica. Durante la Guerra de la Independencia, Machado alcanzó el grado de Brigadier del Ejercito Mambí y principalmente lucho en la región de Santa Clara. Después de la guerra, Machado ocupó brevemente varios cargos gubernamentales y luego se convirtió en gerente y vicepresidente de la Compañía Eléctrica Cubana, la empresa de servicios públicos más grande de Cuba.
Los primeros tres años de Machado en el cargo fueron probablemente los más exitosos de la República. Se construyeron numeroros acueductos para satisfacer las necesidades de agua de las principales ciudades; se puso en marcha un vasto programa de construcción de carreteras que creó miles de empleos y un moderno sistema de comunicación que abrió nuevos mercados agrícolas e industriales. La construcción de la Carretera Central, que finalmente unió a La Habana y Santiago de Cuba, fue la culminación del exitoso programa de red vial de Machado.
La educación mejoró con la adición de nuevas aulas en el sistema de escuelas públicas y numerosos colegios vocacionales y técnicos en toda la isla. Se aumentaron los salarios de los maestros y se modernizó el plan de estudios de la Universidad, con énfasis en la ciencia y la ingeniería. La administración de Machado también desarrolló un programa de renovación urbana, pavimentando calles y mejorando el sistema de alcantarillado de las principales ciudades. El Malecón de La Habana se amplió y extendió hasta alcanzar su extraordinario esplendor como un majestuoso bulevar junto al mar. La escalinata de la Universidad y el edificio del Capitolio se construyeron en el primer término de la presidencia de Machado.
Durante los primeros dos años de su administración, fue nombrado «hijo favorito» de 25 municipios y, en una desmesurada muestra de adulación, algunos periodistas se referían a Machado como «El Supremo», «El Titán» y «El Egregio». Este síndrome de idolatría regresó 32 años después con la dictadura marxista-leninista de Fidel Castro, a quien en 1959 se le llamaba «El Caballo», «El Jefe» y «El Líder Máximo». Rasgos de un pueblo con inclinaciones al delirio mesiánico.
Para 1927, Machado había estimulado el fervor nacionalista y un sentido de confianza en la capacidad de los cubanos para gobernarse a sí mismos. Al comentar sobre el carisma de Machado, el profesor Luis Aguilar León dijo: “Considerando el pasado inmediato de Cuba y los programas y acciones espectaculares del nuevo gobierno, no era de extrañar que Gerardo Machado se convirtiera, después de unos meses en el poder, en el presidente más popular que la isla jamás haya tenido”. Para 1927, el presidente Machado había decidido permanecer en el poder creyendo que era indispensable para el bienestar de Cuba.
El congreso pro-Machado extendió su mandato en el cargo (la prórroga de poderes) por dos años más, acordó convocar elecciones para una Asamblea Constituyente para considerar la revisión de la Constitución de 1901 y extender el mandato del presidente a seis años sin reelección. En abril de 1928, la recién elegida Asamblea Constituyente aprobó las reformas propuestas por el Congreso y declaró solemnemente: «La Convención Constitucional no duda en reafirmar que el General Gerardo Machado y Morales, debido a sus compromisos y sus antecedentes como fundador de la República, se enfrenta con la obligación inevitable de aceptar un nuevo mandato presidencial». Machado aceptó y fue reelegido. Su mandato, que comenzó el 20 de mayo de 1929, duraría hasta mayo de 1935.
La «prórroga de poderes» fue una maniobra muy impopular, y se gestó una creciente oposición política. Para 1933, el repudio a Machado se había tornado violento. Además, el rico tejido económico de Norteamérica y Cuba comenzó a desmoronarse a medida que la economía de los Estados Unidos se hundía en la depresión que comenzó en 1929.
La más afectada fue la industria azucarera cubana, cuya participación en el mercado de los Estados Unidos se redujo del 51,9% al 25,4% en 1933, lo que provocó un colapso económico y el desempleo de más de 240,000 cabezas de familia. Para entonces, la mayoría de los grupos opositores estaban involucrados en el terrorismo urbano. El uso de explosivos y el asesinato político se convirtieron en prácticas que aterrorizaban al país.
A medida que aumentaba el nivel de violencia en la isla, el gobierno de Roosevelt decidió enviar un mediador político para lograr un arreglo pacífico. Benjamin Sumner Welles, un diplomático influyente y amigo cercano del presidente Franklin Roosevelt, fue nombrado embajador de los Estados Unidos en La Habana. Pero las soluciones pragmáticas no eran opciones para una nación atrapada en una feroz lucha política.
El final de la dictadura de Machado se inició por una pequeña disputa laboral. El 25 de julio de 1933, los conductores de autobuses de La Habana iniciaron una huelga en protesta por el aumento de los impuestos municipales. La huelga se convirtió en una confrontación política que se intensificó cuando los operadores de tranvías y los taxistas se unieron a la protesta. El transporte de la capital se detuvo. Para el 1 de agosto, se había extendido a otros sectores laborales y se había convertido en una huelga general.
Machado pidió una reunión con los comunistas percibidos por el dictador como los líderes de la huelga. Machado les ofreció reconocimiento legal y dinero. Joaquín Ordoqui y otros líderes comunistas se reunieron con Machado y aceptaron la oferta. Los comunistas suspendieron la huelga, pero fracasaron. Resultó ser el acuerdo de los impotentes, ya que ni Machado ni los comunistas tenían la fuerza para controlar la huelga nacional.
El 6 de agosto, los rumores de que Machado había renunciado se propagó por la capital. Miles de personas salieron a celebrar y fueron abatidos a tiros por la policía. Veintidós fueron asesinados y más de setenta heridos.
El 12 de agosto, tratando de promover una transición pacífica del poder, el Ejército solicitó la renuncia de Machado y el dictador huyó a las Bahamas.
La noticia de la huida de Machado fue recibida con enorme entusiasmo, pero la economía estaba postrada y el desempleo azotaba la calidad de vida del pueblo cubano. Los miembros de las organizaciones revolucionarias con las armas en la mano recorrían las calles de un país en ruina. La moral del ejército era baja, y el futuro de los oficiales era incierto. Los viejos partidos políticos estaban desacreditados, y una nueva era de justicia social y soberanía nacional alentaba a la generación nacida desde el nacimiento de la República (31 años). La caída de Machado desencadenó la revolución de 1933.
* Pedro Roig, Esq. es Director Ejecutivo del Instituto de Estudios Cubanos. Tiene una maestría en artes de la Universidad de Miami y un doctorado en derecho de la Universidad de St. Thomas. Ha escrito varios libros, entre ellos La muerte de un sueño: Una historia de Cuba y Martí: La lucha de Cuba por la libertad. Es veterano de la Brigada 2506.