El 18 de enero de 1934, el coronel Carlos Mendieta, un distinguido veterano de la Guerra de Independencia (1895-1898) se convirtió en el presidente provisional de Cuba. En el turbulento y confuso período político que siguió a la caída de Gerardo Machado (agosto de 1933), Mendieta sucedió a Carlos Hevia, quien fue presidente de Cuba desde las 5 p.m. el lunes 15 de enero de 1934 a las 1:20 a.m. el jueves 18 de enero de 1934.
Hevia fue reemplazado brevemente, durante unas horas, por Carlos Márquez Sterling hasta que los militares, dirigidos por el Coronel Fulgencio Batista con el apoyo total del embajador de los Estados Unidos, decidieron nombrar al Coronel Mendieta. Se había tomado tres días y tres presidentes provisionales para reemplazar al gobierno provisional socialdemócrata de 100 días de Grau-Guiteras que, para fines de 1933, se estaba desmoronando.
Grau había sido consciente de la creciente oposición liderada por el coronel Mendieta, el embajador de los Estados Unidos, los comunistas y las pandillas revolucionarias callejeras. Para complicar más las cosas, la economía cubana quedó atrapada en las garras de la devastadora depresión mundial, y Batista cambió las lealtades en un intento por aumentar su poder.
Desde la caída de Machado y la breve presidencia provisional de Céspedes, Estados Unidos se había negado a reconocer al gobierno «de facto» de Grau. El apoyo del Coronel Batista se estaba desvaneciendo ya que los oficiales del nuevo ejército buscaban más su lugar en el futuro político de Cuba, que en caer con la Revolución socialdemócrata de Grau-Guiteras de 1933.
Batista y sus aliados comenzaron a buscar una alternativa presidencial adecuada, aceptable para Washington. El 13 de enero, Batista se reunió con Grau y le dijo sin rodeos que Estados Unidos se había negado a otorgar reconocimiento a su gobierno y que el Coronel Mendieta podía liderar un nuevo gobierno con reconocimiento de Washington.
Poco después Grau se exilió, y el 18 de enero el veterano de guerra, el Coronel Mendieta fue nombrado y se convirtió en el presidente sustituto de Batista. El 23 de enero, Washington extendió un «reconocimiento formal y cordial» al nuevo gobierno cubano. Como una enfermedad recurrente, el ejército cubano tenía el control. Las armas del acorazado «Wyoming» ancladas en el puerto de La Habana saludaron alegremente al nuevo gobierno. La revolución de Grau había terminado, pero a pesar de la apariencia de normalidad, la estructura social y económica de Cuba había cambiado para siempre.
* Pedro Roig, Esq. es Director Ejecutivo del Instituto de Estudios Cubanos. Tiene una maestría en artes de la Universidad de Miami y un doctorado en derecho de la Universidad de St. Thomas. Ha escrito varios libros, entre ellos La muerte de un sueño: Una historia de Cuba y Martí: La lucha de Cuba por la libertad. Es veterano de la Brigada 2506.