El 28 de agosto de 1897, una gran fuerza de más de 1,200 oficiales y soldados bajo el mando del General Calixto García, atacó la ciudad fuertemente fortificada de Las Tunas, en la provincia de Oriente. El general García reunió fuerzas veteranas de los regimientos militares de Oriente, incluyendo experimentadas unidades de Baracoa, Guantánamo y Santiago de Cuba.
Dirigidos por oficiales de prestigio – incluidos los generales Jesús Sablón (Rabi), Mario García Menocal, Javier de la Vega, Armando de la Riva y los coroneles Carlos García Vélez (hijo del General García), Ángel de la Guardia (quien estuvo al lado de José Martí en Dos Ríos y murió heroicamente en Las Tunas), y el norteamericano experto en artillería Fredrick Funston – el ejército Mambí se presentó frente a Las Tunas al mando de aguerridos veteranos.
En Las Tunas, Calixto García mostró enorme talento estratégico y el mejor uso que se hizo de la artillería cubana durante la guerra.
La ciudad estaba protegida por varias fortalezas, con 800 soldados regulares del ejército español y 200 voluntarios con dos piezas de artillería. El asedio comenzó al amanecer con un bombardeo de la artillería mambisa, encabezada por el general Mario García Menocal, futuro tercer presidente de la República. Una vez que la artillería demolió los fuertes, la infantería cubana atacó las trincheras españolas y el centro de la ciudad. Después de dos días de intensos combates, el comandante español se rindió. Los mambises incautaron 1,200 rifles y más de un millón de balas. Era la primera vez que los cubanos capturaban un centro urbano de importancia. La victoria de Calixto García en Las Tunas causó una conmoción en España y fue una terrible noticia para los apologistas del general Valeriano Weyler.
En Madrid, la prensa y los políticos renovaron las críticas del mando de Weyler en Cuba. El 11 de septiembre, el Heraldo de Madrid publicó un editorial: «Sin el esfuerzo del gobierno por ocultar la verdad… con noticias de victorias y pacificación de su exclusiva fabricación, la pérdida de Victoria de las Tunas no habría afectado al espíritu público con una impresión tan profunda… La gente había podido medir la magnitud de la farsa a la que había estado expuesta. Para lograr un resultado tan pobre, España ha enviado 200.000 soldados y miles de millones de pesetas».
El nuevo gobierno de Práxedes Mateo Sagasta abordó rápidamente el tema de una fórmula política de apaciguamiento. El 4 de octubre, Sagasta le dijo al periódico “The World” de Joseph Pulitzer: «Revocaremos completamente la política de los últimos dos años en Cuba, empezando, naturalmente, con el retiro de Weyler… El partido liberal está preparado para otorgar a Cuba todo el autogobierno posible». Weyler fue ordenado a regresar a España, dejando su terrible legado de crímenes y aplastante miseria.
El sucesor de Weyler fue el general Ramón Blanco, un moderado que asumió su cargo con un claro mandato para poner fin a la guerra mediante acuerdos políticos. Al evaluar la situación militar en Cuba, Blanco escribió a Sagasta: «A mi llegada, descubrí que el ejército estaba destruido por enfermedades y sin la voluntad de continuar en la lucha». En su primera declaración oficial, Blanco dejó en claro que su principal prioridad era otorgar a Cuba un gobierno autónomo y una total amnistía para los presos políticos. El 22 de noviembre, Sagasta anunció una fórmula de paz mediante la cual los cubanos tendrían derecho a elegir su propio gobierno autónomo y un parlamento con el poder de elaborar el presupuesto de la isla. Este proyecto fue oficialmente implementado el 1 de enero de 1898.
Es evidente que el asesinato en España del primer ministro Cánovas del Castillo y la captura de Victoria de las Tunas aceleraron la fórmula de paz en Madrid, pero para el Partido Autonomista de Cuba las reformas llegaron demasiado tarde. Para los independentistas cubanos, era muy poco. Para los «voluntarios» españoles y los comerciantes en la isla era una traición. Los líderes militares cubanos Máximo Gómez y Calixto García rechazaron la oferta de autonomía de Blanco. Los viejos guerreros estaban seguros de que la independencia era una cuestión de mantener al ejército Mambí en el campo de batalla. La captura de Las Tunas resultó ser un gran logro militar para los cubanos que sirvió para resaltar la magnitud de la farsa militar de Weyler y la agonía del desastre que para España se forjaba en Cuba.
*Pedro Roig, Esq. es Director Ejecutivo del Instituto de Estudios Cubanos. Tiene una maestría en historia de la Universidad de Miami y un doctorado en derecho de la Universidad de St. Thomas. Ha escrito varios libros, entre ellos La muerte de un sueño: Una historia de Cuba y Martí: La lucha de Cuba por la libertad. Es veterano de la Brigada 2506.