Tomás Estrada Palma es recordado como el paradigma presidencial de la honestidad financiera. El día de su inauguración, el 20 de mayo de 1902, el tesoro de la República tenía 539.994 dólares; dos años más tarde, tenía más de siete millones. Bajo Estrada Palma el 25% del presupuesto se destinó a educación. El lema del presidente era “más maestros que soldados”.
El 22 de mayo de 1903 se firmó el Tratado de Reciprocidad Comercial con los Estados Unidos, dando al azúcar de Cuba una preferencia arancelaria del 20 por ciento sobre otros países productores de azúcar. El acuerdo ayudó a Cuba a establecer un sólido punto de apoyo en el mayor mercado azucarero del mundo. En 1904, el estadounidense consumía 75 libras de azúcar por año. El Tratado de Reciprocidad alentó la inversión de capital en Cuba que alcanzó 205 millones en 1909, mientras que la producción de azúcar se triplicó entre 1900 y 1903 a un millón de toneladas.
A medida que el período de elección de 1905 por la presidencia se puso marcha, el ambiente político en la isla comenzó a deteriorarse. A Estrada Palma le dijeron que el éxito de su presidencia hacía necesaria su reelección durante cuatro años más. Estrada Palma aceptó y anunció su candidatura.
El Partido Liberal se opuso a la reelección de Estrada Palma, y se fusionó como una fuerza política nacional liderada por el general José Miguel Gómez, el carismático líder veterano de Las Villas, y el doctor Alfredo Zayas, un político corrupto, inteligente y culto, que integraron la candidatura liberal como presidente y vicepresidente respectivamente.
Estrada Palma reaccionó formando “el gabinete de combate”, liderado por el general Fernando Freyre. La situación se tornó violenta cuando se dio la noticia de que el coronel Enrique Villuendas, líder popular de la oposición, había sido asesinado en Cienfuegos por un oficial de policía local. En protesta, el Partido Liberal se retiró del proceso electoral. Estrada Palma ganó sin oposición. Fue una breve y amarga victoria cuando el 16 de agosto de 1906, numerosos líderes liberales empuñaron las armas en lo que se convirtió en la Guerrita de Agosto. La pequeña fuerza de la guardia rural era incapaz de reprimir el levantamiento, y Estrada Palma solicitó la intervención militar estadounidense.
El presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, se negó a la intervención militar, pero Estrada Palma insistió que EE. UU. debía enviar entre 2.000 y 3.000 soldados estadounidenses para restablecer el orden en la isla. Roosevelt insistió en evitar la intervención y lograr un arreglo institucional entre los rebeldes y el gobierno.
El Presidente escribió al embajador cubano en Washington: “Nuestra intervención en los asuntos cubanos sólo llegará si la propia Cuba demuestra que carece de la disciplina necesaria para garantizar el autogobierno pacífico y que sus facciones enfrentadas han sumido al país en anarquía”. Inmediatamente, el presidente Roosevelt envió al Secretario de Guerra William Taft a Cuba para negociar un acuerdo pacífico. Estrada Palma volvió a rechazar un arreglo con la oposición y amenazó con dimitir si los Estados Unidos no intervenían militarmente.
El presidente Roosevelt, una vez más, para evitar la intervención escribió a Estrada Palma: “Pido con toda seriedad que sacrifique su propio sentimiento en el altar del bien de su país y ceda a la petición del Sr. Taft de continuar en la presidencia una duración suficiente de tiempo para inaugurar el nuevo gobierno temporal (cubano)…”. “Rezo para que al menos se haya sacrificado por su país y que cuando salga del cargo deje su país libre”. Estrada Palma se mantuvo inflexible, y el 28 de septiembre de 1906, el primer presidente de la República renunció, dejando la isla sin gobierno. Al día siguiente, 2.000 infantes de marina desembarcaron en Cuba iniciando la segunda intervención estadounidense.
Lo que hizo diferente esta intervención fue el hecho de que las oficinas gubernamentales (con pocas excepciones) a nivel nacional, provincial y municipal permanecieron en manos cubanas, y los soldados estadounidenses en sus campamentos fuera de las principales ciudades, y en un gesto de respeto a la orgullosa guerra de la herencia de la Independencia “La bandera de la estrella solitaria” no fue reemplazada por la bandera de Los Estados Unidos en los edificios gubernamentales.
Pero para el nacionalismo cubano, la intervención estadounidense fue una terrible vergüenza. El profesor Luis Aguilar señaló con tristeza: “El hecho de que los propios cubanos hubieran invitado al gobierno extranjero provocó una ola de pesimismo y desilusión en todos los niveles de la sociedad cubana. Ya no era posible mantener ni siquiera un pretexto de fe en el autogobierno. Era evidente que cuatro siglos de herencia política disfuncional y violenta española estaban arraigados en Cuba. La amarga verdad fue que la República fracasó en la primera ronda”.
* Pedro Roig, Esq. es Director Ejecutivo del Instituto de Estudios Cubanos. Tiene una maestría en historia de la Universidad de Miami y un doctorado en derecho de la Universidad de St. Thomas. Ha escrito varios libros, entre ellos La muerte de un sueño: Una historia de Cuba y Martí: La lucha de Cuba por la libertad. Es veterano de la Brigada 2506.