General Cornelio Rojas Hurtado

Brigada 2506 Raices Mambisas

General Cornelio Rojas Hurtado

Por: Pedro Roig

Nació en San Juan de los Remedios, Las Villas, el 16 de septiembre de 1833. Combatiente de las tres guerras. En la guerra del 1868 se alzó el 14 de octubre de ese año en Guayacán del Naranjo, en la región de Holguín, bajo el mando de Julio Grave de Peralta, secundando el movimiento iniciado por Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua.

En esos años Cornelio Rojas peleó bajo las órdenes de destacados jefes mambises y comparte peligros en combate con los generales Vicente García, Antonio Maceo y Guillermo (Guillermón) Moncada, ganándose el respeto y la admiración de estos legendarios jefes del Ejercito Libertador. Ascendido a comandante por el general Calixto García, se destaca en el ataque a Manzanillo (10 de noviembre de 1873), y fue gravemente herido en el combate de Melones (9 de enero de 1874).

En 1877, es sorprendido y cae prisionero, siendo enviado a Cádiz, España, donde fue liberado después de la Paz del Zanjón (10-2-1878).

En la Guerra Chiquita se alzó el 25 de octubre de 1879, en San Lorenzo junto a su entrañable amigo General Belisario Grave de Peralta capitulando el 21 de diciembre de 1879, al finalizar el corto conflicto bélico.

En la Guerra de 1895-1898 se incorporó al Ejercito Libertador el 17 de mayo de 1895, formando en el Estado Mayor del General Antonio Maceo con grado de coronel, que lo designó jefe de la Brigada Occidental de Holguín (2 Brigada, 4 División, 2 Cuerpo). En septiembre de 1895 Cornelio Rojas Hurtado fue ascendido, por Antonio Maceo, a Brigadier General.

Posteriormente ocupó la Secretaría de Hacienda de la jurisdicción de Holguín. En junio de 1896 formó parte de una columna que organizó el Mayor General Calixto García para operar al norte de Holguín. Después de incursionar hasta las inmediaciones de Gibara, libró el combate de Las Calabazas. Tuvo una participación destacada en el ataque y toma de Las Tunas (28 al 30 de agosto de 1897). Una de las grandes victorias del Ejercito Libertador.

Al comienzo de la Guerra Hispano-Cubano-Americana, el Brigadier Cornelio Rojas Hurtado asumió la jefatura de una columna de rápido movimiento entre Holguín y Jiguaní, sosteniendo numerosos combates con tropas españolas que se dirigían en auxilio de Santiago de Cuba. El 11 de mayo de 1898 se hizo cargo de la División Volante, subordinada directamente al Mayor General Calixto García. Apoyó el desembarco, por Banes, de la expedición del vapor Florida (26 de mayo de 1898). En julio de ese año libró el combate de Caridad del Sitio.

A las órdenes de los veteranos generales, Luis de Feria y José María Capote, el general Cornelio Rojas peleó en el combate Las Auras (16-17 de agosto de 1898), que puso fin a la campaña militar de Oriente en la Guerra de Independencia.

Su bisnieto Pedro Rojas Mir integró la Brigada 2506, y como prisionero fue asesinado en la rastra de la muerte.

Pedro Rojas Mir

Bisnieto
Batallón 2. #3692

La Rastra De La Muerte

Por: Pedro Roig

Entre los más brutales crímenes del régimen castrista está el cruel asesinato de prisioneros de la Brigada 2506, que murieron asfixiados en la rastra de la muerte

Sin el apoyo aéreo prometido, los bravos combatientes pelearon por tres días de tenacidad y coraje.  La lucha fue especialmente cruenta en la rotonda de Palpite, en San Blas, en Soplillar en Girón y Playa Larga.

La mitad de los aviones B-26 de la Brigada fueron derribados por los cazas de la tiranía que controlaban el espacio aéreo.  Mientras tuvieron municiones, la Brigada peleó con ejemplar heroísmo.  Allí cayeron más de 100 soldados de la libertad.

Los sobrevivientes, muchos de ellos heridos y sin material bélico para continuar la lucha, quedaron como Prisioneros de Guerra. El día 22 de abril, en el área de Playa Girón, estos prisioneros, incluidos heridos fueron alineados frente a una rastra (remolque de un camión dedicado al transporte hermético) y ordenados a montar dicha rastra.

El prisionero Máximo Cruz, que se encontraba herido junto a la rastra, increpó al entonces capitán Osmani Cienfuegos (hermano de Camilo) diciéndole que los prisioneros morirían asfixiados con las puertas herméticamente cerradas. Osmani Cienfuegos contestó a pleno pulmón: “no importa de todas formas los vamos a fusilar y así nos ahorramos las balas”. Seguidamente ordenó “suban a este cochino a la rastra”.

Cuando cerraron la puerta más de 100 prisioneros, incluyendo numerosos heridos en combate, estaban atrapados, sin oxigeno en las entrañas de la desesperación y la brutal agonía.  La orden había sido confirmada por Fidel Castro.

El viaje a La Habana duró ocho horas.  En la rastra el aire comenzó a faltar, la oscuridad era total. Algunos prisioneros lograron perforar el costado con los metales de sus cinturones, haciendo pequeñas hendiduras, donde se turnaban para respirar.  Sobre el piso se mezclaba sudor con desechos humanos.  Cuando finalmente abrieron la puerta, nueve cadáveres evidenciaban el crimen de la tiranía.  ¡Allí fueron asesinados!  Pedro Rojas Mir, José Ignacio Macia del Monte, Alfredo Cervantes Lago, René Silva Soublete, José Vilarello Tabares, Hermilio Quintana Pareda, José Sántos Millán, Moisés Santana González y Santos Ramos Álvarez.

Hoy honramos la memoria de los héroes caídos en la desigual batalla y recordamos con sed de justicia los nueve mártires asesinados en la rastra de la muerte.

Descansen en paz.

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