CUBA INSIGHT

The Cuban Studies Institute Publications

El Sistema de Naciones Unidas y los salvavidas a Cuba

*Por Yoe Suarez

¿Hay un organismo internacional que haya hecho más para ponderar a la tiranía socialista cubana que Naciones Unidas (ONU)?

Yo sé que es políticamente incorrecto decirlo, que la oportunidad de hablar allí sobre la verdadera situación de la isla no es sabio cerrarla, que también desde esa tribuna ha habido condenas, y un etcétera largo. Tan largo como la lista de patanes que abogan anualmente por retirar las sanciones al Estado totalitario. Ok.

Pero, ¿qué pasa por su cabeza cuando lee que a Cuba acaban de dársele sendas sillas en las comisiones de Desarrollo Social y la de Prevención del Delito y Justicia Penal de la ONU? ¡Vaya comisiones! La de Desarrollo Social es la más absurda. Al país el Socialismo le prometió un futuro luminoso y apenas le ha dejado apagones un día sí y otro también.

El que Cuba ocupe un asiento entre los países que velarán por la prevención del Delito y la Justicia Penal es una burla a familias como las de los jóvenes Andy García Lorenzo, o Nadir y Jorge Martín, que no han hallado justicia para sus hijos.

El Índice de Desarrollo Humano de la ONU, que suena pomposo y deseable, funciona para la élite castrista como oportunidad propagandística. Si bien para armarlo se toma en consideración la renta per cápita de un país, los años de escolarización y la esperanza de vida de sus habitantes, en el caso cubano los dos últimos elementos disparan la posición en el ranking mundial de manera engañosa. 

El régimen controla y financia el sistema obligatorio estatal de adoctrinamiento, no de escolarización, para cubanos desde edad preescolar hasta doctorantes. Por otro lado, la esperanza de vida, relacionada con los servicios de salud, debe haber declinado en los últimos años, fechas en las que no hay yeso para huesos lesionados, ni aspirinas en las farmacias, y devolviendo a la época precolombina a los cubanos con la mezcla de hierbas, raíces y herviduras para aliviar dolores. 

El Sistema de Naciones Unidas no solo valida en el plano simbólico a la tiranía socialista cubana. También le llena los bolsillos de dinero y entrena a sus cuadros para conseguir esos millonarios recursos. Por supuesto, todo en nombre de aplanar la desigualdad y otras cantaletas marxistoides.

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), organizó esta semana en La Habana una Conferencia sobre Financiamiento para el Desarrollo, que reunió a instituciones internacionales, actores de la cooperación y organismos gubernamentales para dialogar sobre fuentes e iniciativas innovadoras para financiar el desarrollo. ¿El desarrollo de quién? ¿De la hambreada población cubana a la que se le prohíbe producir, vender o exportar libremente?

La cúpula castrista, toda sonrisas, le agradece el salvavidas a la cúpula globalista. Los burócratas de Nueva York le muestran los desafíos y oportunidades del acceso a financiamiento internacional en áreas como la “transición energética, producción de medicamentos y la conservación del medio ambiente”, a los burócratas del Palacio de la Revolución.

Los oficiales no electos de la ONU le dan la llave de bancos de desarrollo regionales y subregionales, y explican los intríngulis del funcionamiento y creación de entidades bancarias de desarrollo nacionales y otros mecanismos innovadores, a los oficiales no electos del Biranato.

Quiere el PNUD financiar, lanzar palas de dinero a la dictadura más longeva del Hemisferio, para acelerar la Agenda 2030, dicen sus funcionarios. No para que en Cuba haya libertad, ni respeto a la Carta Universal de Derechos Humanos o a la ley natural.

Raudos a la cita, en sus modernos autos chinos, por las ruinosas calles de lo que fue La Habana, van los numerarios de los Ministerios de Economía y Planificación, Comercio Exterior e Inversión Extranjera, y de Relaciones Exteriores, el Banco Central de Cuba, el PNUD, y el Banco Centroamericano de Integración Económica.

¿Qué veeduría real y efectiva se puede hacer de cómo un sistema totalitario gestiona fondos? Creer que es posible es tan ingenuo (o malintencionado) como repetir las cifras que da el grupo terrorista Hamás sobre la cantidad de muertos en Gaza. ¡Ups!, la ONU las cree y las valida, y por decantación la alianza de cancinos socio-periactivistas (izquierdosos, reporteros y “organizadores sociales”, perdonen la redundancia).

Ya en 2022 al régimen se le invitó a la Junta Ejecutiva del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, justo meses después de haber detenido y juzgado a decenas de menores de edad que participaron en las manifestaciones del 11 y 12 de julio de 2021 (11J) en distintas localidades del país.

En octubre de 2023, cuando había roto el récord de más cantidad de presos políticos per cápita en el hemisferio Occidental, el cubano fue uno de los 47 estados electos para integrar el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Lo más perturbador no era eso, sino que se trataba de la ¡sexta vez! en que el organismo supranacional honraba a Cuba por masacrar a civiles indefensos en altamar, demoler y hostigar religiosos, encarcelar reporteros y artistas. 

Tras el voto secreto, directo e individual de 146 miembros de la Asamblea General, Cuba fue el país con más alto número de votos de la región. El Ministerio de Relaciones Exteriores lo interpretó como una muestra “del prestigio alcanzado por el país en las labores” de aquel órgano. Se trata, en verdad, de dos cuestiones.

Un alineamiento en el seno de la ONU con el ideal igualador (en la pobreza) del proyecto impuesto en Cuba, y la temprana jugada de Fidel Castro de sembrar embajadas, e influencia a través de ellas, en cada país posible, con solo dos excepciones: Israel, para no molestar a yihadistas y socialistas árabes, y Corea del Sur, para no perturbar a la roja dinastía en Pyongyang. 

En 2019, unos meses antes de que el castrismo me incluyera por dos años y medio en la lista negra de los Regulados, fui parte de una pequeña delegación de cubanos que abogó por la libertad de conciencia en el Consejo de Derechos Humanos en Ginebra, Suiza. Allí se puede encontrar de todo.

Hablamos por horas en la amplia e iluminada cafetería-salón del edificio con embajadores de Polonia, Hungría y República Checa, muy atentos y con historias similares que compartíamos por el pasado marxista de esas naciones centroeuropeas. El funcionario de Canadá, al que no pareció interesarle demasiado que hubiera gente buena presa en Cuba, se excusó para dejar el sillón frente a nosotros. El diplomático de Corea del Sur sacó un bolígrafo y una agenda, apuntaba mientras alternaba la mirada entre quienes hablaban y la hoja. “Me interesa mucho que compartan qué está ocurriendo de primera mano”, dijo en perfecto inglés.

La sede del Consejo estaba llena de propaganda china sobre el respeto al arte en ese país, mientras se anunciaba una exposición. Cartelones gigantes, promociones. El Partido Comunista Chino tenía fondos a borbotones y sabía dónde ponerlos.

La ONU, de más está decirlo, no es el único espacio donde los amadores de la izquierda hacen de groupies políticos para el régimen de La Habana. En 2023 el socialista alemán Udo Bullmann, presidente del Subcomité de Derechos Humanos del Parlamento Europeo, vetó una resolución global que condenaba, por ejemplo, el uso de torturas y malos tratos por parte de las autoridades cubanas.

No se trataba de un simple eurodiputado, sino el hombre que preside el Subcomité de Derechos Humanos de la alta política continental; no se trataba de un tema en disputa, sino una clara dirección moral para los valores europeos.

Dicho todo esto, se puede sacar algo en claro: el problema mayor no es ni siquiera la existencia de escenarios internacionales para el diálogo, sino la base y fundamento de ese diálogo. No todas las ideas, con sus respectivas ideologías, conducen al florecimiento de una civilización. 

Hay una mejores que otras. Pretender que una mayoría de socialistas va a, mágicamente, ponerse de parte de los oprimidos por una tiranía como la cubana sería desconocer las históricas palmaditas en la espalda que la Unión Soviética, China, Cuba, Venezuela, Nicaragua, los socialistas del siglo XXI y otros modelos de igual seña han recibido de las tan caras instituciones multilaterales.

Sería un brusco e inusitado cambio de paradigma que desde la administración de la ONU haya más condena que premios para los marxistas cubanos. Algo que, en términos matemáticos, René Thom describiría como una expansión cuantitativa, que adopta la forma de acontecimiento brusco e inesperado. Es decir, algo que se experimenta más como catástrofe que como continuidad. ¡Oh! La hermosa catástrofe política de lo improbable.

*Yoe Suárez, autor de los libros de no ficción «La otra isla» (Finalista Michael Jacobs Fellowship 2016 y Latino International Book Award 2019), «El soplo del demonio. Violencia y pandillerismo en La Habana» (2018), «Charles en el mosaico” (Mención Casa de las Américas 2017) y “Leviatán. Policía política y terror Socialista en Cuba” (Premio Ilíada 2021). Sus libros han sido traducidos al italiano y al inglés. Fue corresponsal en La Habana de CBN News. Ha publicado en medios como The Hill, Newsweek, El Espectador, Univisión y El Español. Hizo periodismo narrativo y de investigación para medios cubanos independientes durante ocho años en la isla, hasta su exilio en agosto de 2022. Dirigió documentales como el largometraje «Cuba Crucis» (2022) y «Normadentro» (Premio Memoria Documental de la Muestra Joven ICAIC 2011). Ha aparecido como colaborador en Deutsche Welle y Mega TV y dirige la plataforma Boca de Lobo desde 2018.

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