CUBA INSIGHT

The Cuban Studies Institute Publications

La destrucción de La Habana como justicia poética

* Por: Yoe Suárez

La destrucción de La Habana es, en parte, resultado del robo. Casi nadie vive en una casa que levantó su familia, sino bajo techos robados por los revolucionarios a sus legítimos dueños. 

Los «malos», los capitalistas, los que emprendían, levantaron una Habana que los «buenos», los revolucionarios, los que redistribuían, desolaron con solo habitarla.

Mientras, del Palacio de la Revolución la plana mayor castrista anunció este mes de octubre que Cuba necesita construir alrededor de un 20 por ciento más de casas para acabar con su crónico déficit habitacional, que supera las 800.000 viviendas actualmente. Las estadísticas oficiales ubicaron entonces a la capital como la urbe con mayores problemas, al contabilizar un déficit de 185.348 viviendas.

Si la cifra espanta, hiere más saber que cada edificio que cae se lleva niños, mujeres y hombres, fotos, perros, diarios. Con los escombros, sepultura de tantos, también se van las formas que no podrán reeditar los arquitectos de hoy. El eclecticismo acaba donde el marxismo llega.

La destrucción de La Habana, esa Pompeya de sal, es justicia poética. No hay acción sin reacción, ni robo sin consecuencia. Cuando las generaciones que nos precedieron vitoreaban a Castro para que les lanzara las llaves de casas ajenas como el dueño al perro el hueso, nadie avizoró el final calamitoso reservado a las calles, las paredes, los sitios de encuentro común. Nadie -para decirlo a tono con los nuevos tiempos- empatizó con los que expulsaban del país, con los fusilados, con los vigilados. Sino que se apresuraba el pueblo uniformado y los uniformadores a redistribuirse los portones y los cuartos, las vajillas y la ropa, los anillos de compromiso y los patios interiores.

¿Y qué hay hoy? Ruina en el vacío. 

Es probable que los revolucionarios que ocuparon las casas de la escoria, y sus hijos y los hijos de sus hijos, quizá no entiendan hoy que las ideas tienen consecuencias, y el pecado también. 

Desearon lo que pertenecía al prójimo, envidiaron, despojaron, na-cio-na-li-za-ron. Vendieron, compraron, regalaron, traficaron lo ajeno. 

¿Qué ven tus ojos hoy? El vacío en ruinas. 

Todavía algo bueno puede salir de seis décadas de embolia nacional: un mensaje y un espejo. El mensaje para los afiebrados neorrevolucionarios de que si creen que un mundo mejor es posible, lamento anclarlos al suelo: un mundo peor también es posible. 

El espejo de La Habana como Homs sin bombas de Al Assad, como Hiroshima sin Enola Gay, como Jerusalén sin las legiones de Tito Flavio Vespasiano. El espejo de una isla que se dio a las libaciones del fracaso socialista.

*Yoe Suárez, autor de los libros de no ficción «La otra isla» (Finalista Michael Jacobs Fellowship 2016 y Latino International Book Award 2019), «El soplo del demonio. Violencia y pandillerismo en La Habana» (2018), «Charles en el mosaico” (Mención Casa de las Américas 2017) y “Leviatán. Policía política y terror Socialista en Cuba” (Premio Ilíada 2021). Sus libros han sido traducidos al italiano y al inglés. Fue corresponsal en La Habana de CBN News. Ha publicado en medios como The Hill, Newsweek, El Espectador, Univisión y El Español. Hizo periodismo narrativo y de investigación para medios cubanos independientes durante ocho años en la isla, hasta su exilio en agosto de 2022. Dirigió documentales como el largometraje «Cuba Crucis» (2022) y «Normadentro» (Premio Memoria Documental de la Muestra Joven ICAIC 2011). Ha aparecido como colaborador en Deutsche Welle y Mega TV y dirige la plataforma Boca de Lobo desde 2018.

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