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Malas prácticas médicas, un eficaz instrumento de represión política en Cuba

*Por Vicente Morín Aguado

El pasado 3 de julio, desde el salón plenario de la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, el Dr. Ariel Ruiz Urquiola, biólogo molecular, exigía justicia: el 25 de junio de 2018 le habían inoculado el virus del SIDA en el hospital provincial de Pinar del Río, registrado con el número de paciente 2321, mientras permanecía en huelga de hambre, protestando por su encarcelamiento.

La validez de su testimonio puede medirse por el hecho de ser interrumpido cinco veces durante los 90 segundos reglamentarios de su intervención. El representante del gobierno cubano necesitó el contubernio de sus colegas chino, venezolano, coreano del norte y eritreo con el frustrado objetivo de silenciar al científico.

El empleo de malas prácticas médicas en calidad de mecanismo represivo tiene larga data en Cuba y no por esta denuncia internacional se ha detenido.

En su histórico minuto y medio, Ruiz Urquiola incorporó otro expediente contra el gobierno de su país: su hermana Omara, expulsada por sus ideas políticas del Instituto Superior de Diseño de La Habana, padece un cáncer que la obliga a tomar sesiones de quimioterapia en el Instituto de Oncología y Radiobiología (INOR), de la capital cubana.

Apoyándose en los conocimientos de su hermano, ambos pudieron comprobar que durante los ciclos No. 42 y 43 del tratamiento, los médicos sustituyeron el principio activo en los sueros por un inoperante placebo. La degradación moral de los sometidos puede alcanzar límites insospechados.

Hasta donde son manipulados los médicos cubanos lo prueba el Dr. Félix Báez Sarría, quien llegó a violar su juramento hipocrático, al declarar como testigo del Canciller Felipe Pérez Roque durante una conferencia de prensa el 25 de marzo de 2004, desmintiendo el diagnóstico de un colega con quien compartía consultas.

De por medio estaba la vida de un preso político, el economista Oscar Espinosa Chepe, quien padecía cáncer y cirrosis hepática. El galeno contribuyó a proteger la “buena imagen” del gobierno, negando rotundamente lo diagnosticado, opacando así la justa denuncia de la esposa del opositor, al reclamar el tratamiento correspondiente, negado al prisionero.

El desmentido llegó con la evolución del paciente, cuando en noviembre de ese año Espinosa Chepe recibió la excepcionalidad de una “licencia extrapenal” debido a su precario estado de salud, falleciendo a consecuencia de la mencionada enfermedad en España años después.

Miriam Leyva, ex diplomática cubana, miembro de Las damas de Blanco y esposa del opositor, se adentra en el tenebroso proceder de la Seguridad del Estado (SE), policía política, ejecutora de un plan que se cumple al pie de la letra desde los años iniciales del castro comunismo.

“El Dr. Báez era militar y estaba mandado para eso, pero yo creo que en ese sentido el faltó a la dignidad y el compromiso hipocrático de los médicos.” Una década después el destino habría de jugarle una mala pasada cuando marchó a Sierra Leona, donde contrajo el Ebola, salvando su vida en una institución preparada al efecto en Suiza.

Sin renunciar a su denuncia, Miriam Leyva le envió parabienes a su atribulado compatriota.

La participación de personal de la salud bajo disciplina militar en prácticas represivas no fue el capricho de un ministro en apuros, defenestrado posteriormente por la purga ordenada por Raúl Castro al ocupar la presidencia de la nación. Oficiales de los cuerpos represivos, escapados del país, responden a una pregunta clave: ¿Qué sucede cuando llega al servicio hospitalario de urgencias un opositor político conocido?

El ex oficial de la contra inteligencia llamado Hernando, dejó su testimonio video grabado al portal web Universo increíble:

“En todos los cuerpos de guardia hay personal de confianza de la contra inteligencia, inclusive médicos, enfermeras, personal del hospital. En tales casos le dan la alerta a ese profesional, si está de guardia se ocupa del caso, sino lo está, viene y toma la decisión que si ha sido previamente ordenada.Está planificado qué hacer si están en el caso de cualquier ¨connotado contrarrevolucionario cubano¨ que es como se les encasilla a estas personas. Entonces ese profesional es quien toma la decisión de no salvarle la vida por una orden pre establecida.”

Hernando respondía a propósito de un accidente ocurrido en la carretera Las Tunas-Bayamo, donde resultaron gravemente lesionados el Premio Sajárov de la Unión Europea Oswaldo Payá y su compañero Harold Cepero. Ambos políticos de la oposición fallecieron minutos después en el hospital de Bayamo.

Sigue explicando el valioso testigo:

“Desde 1961 existe un plan, la operación Lucero, que establece la calificación de cada uno de estos individuos en Cuba, y los oficiales de la contra inteligencia sencillos, de zona, tienen clasificados a cada uno de estos ciudadanos, y si ocurriera una explosión social, un ataque, los van a recoger y serán los primeros eliminados”

No estamos ante una teoría conspirativa, hemos seleccionado casos connotados de lo que es un voluminoso expediente de terror, ejecutado por personas frecuentemente sin rostro, impones a una justa reclamación.

La consigna Lucero se aplicó con nefasta habilidad a la fundadora de Las Damas de Blanco, Laura Pollán, quien inició en 2003 una impactante movilización por la libertad de su esposo y otros 74 compañeros, apresados, sometidos a juicio sumarísimo y condenados a largas penas ese año, por orden personal del Comandante, en lo que pasó a la historia como La Primavera Negra.

La valiente mujer ingresó al hospital Calixto García de la capital cubana en 2011. Desde el primer momento hubo advertencias por parte de los opositores, entre muchas destaca el ex Capitán de la SE, Ernesto Borges, todavía hoy cumpliendo larga prisión, quien advirtió:

“Si Laura Pollán Toledo muere yo les aseguro a ustedes, con toda la responsabilidad que eso encierra, que es el resultado final de un asesinato político y como tal debe ser denunciado y explicado a la opinión pública nacional e internacional”.

Ricardo Santiago Medina, sacerdote ortodoxo y enfermero profesional, quien acompañó inicialmente el cadáver de la valiente mujer escribió posteriormente:

“Llegó el cadáver, pasé al recinto y quedé perplejo al ver el grado de inflamación del cuerpo. Descubrí que habían mentido en los partes médicos cuando decían que las funciones renales estaban perfectas, esos edemas podrían haberse evacuado con diuréticos y sinceramente no creo lo hayan hecho porque con esa retención de líquidos se inhibe la capacidad de ventilar de los pulmones, la sangre fluye menos y se provoca el paro cardio-respiratorio.”

Laura Pollán y Oswaldo Payá calificaban en la categoría de “connotados contrarrevolucionarios”, la misma aplicada a Orlando Zapata Tamayo, fallecido después de una huelga de hambre, privado de agua malintencionadamente por sus carceleros, durante 18 días de su personal martirio.

Tamayo, otra víctima de la primavera fidelista, estaba exigiendo ser tratado igual al líder de la revolución cuando cumplió prisión en Isla de Pinos (octubre de 1953 a mayo de 1955) después de asaltar un cuartel militar del ejército.

¿Cuáles eran esas condiciones? El propio Fidel Castro las describe en carta a un amigo desde su celda, el 4 de abril de 1954:

“Me voy a cenar: spaghetti con calamares, bombones italianos de postre, café acabadito de colar y después un H. Upman 4. ¿No me envidias? Me cuidan, me cuidan un poquito entre todos… No le hacen caso a uno, siempre estoy peleando para que no manden nada. Cuando cojo sol por la mañana, en shorts y siento el aire de mar, me parece que estoy en una playa, luego un pequeño restaurante aquí. ¡Me van a hacer creer que estoy de vacaciones! ¿Qué diría Carlos Marx de semejantes revolucionarios?”. (Mario Mencía: La Prisión Fecunda, 1980. Pág. 74)

El humilde condenado del Combinado del Este no aspiraba a tanto, era un clamor mordaz ante el cinismo hecho política de gobierno.

Otra cosa era aquel prisionero de la conciencia avergonzada, devenido en implacable cancerbero. Los presos políticos de hoy, de salvar la vida, van a la calle tan escuálidos como los sobrevivientes de un campo de concentración NAZI. Así lo han testificado el líder de la Unión Patriótica de Cuba, José Daniel Ferrer y recientemente el periodista Roberto Quiñones.

Una iniciativa ciudadana supera las cinco mil firmas, exigiendo la liberación de Silverio Portal, quien ha perdido la visión de un ojo; su vida peligra por hipertensión arterial crónica, relacionada con una diabetes para la cual solo recibe golpizas en calidad de atenciones médicas.

Jamás el régimen de la Plaza de la Revolución ha permitido una sola investigación independiente de los hechos aquí relacionados, a pesar de las sentidas solicitudes de familiares, las exigencias de organismos internacionales, así como miles de firmas solidarias debidamente registradas.

*Vicente Morín Aguado es periodista independiente asociado al Havana Times. Este es el segundo de varios trabajos exclusivos para el Instituto de Estudios Cubanos de Morin Aguado que ahora reside en los Estados Unidos.

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