*Por: Vicente Morín Aguado
Al hablar durante los actos conmemorativos por los 60 años de relaciones diplomáticas entre ambos países, el embajador cubano en Beijing tuvo un raro arrebato de honestidad al declarar que “Cuba ha acumulado muchas primeras veces en su relación histórica con China.” Dado que la última arrancada va en franco declive, cabe preguntarse: ¿cómo será la próxima vez?
El 28 de septiembre de 1960 Cuba pasó a la historia como el primer país de América Latina en contar con un embajador del gigante asiático. El honor sigue invocándose en La Habana, a falta de mercancías para venderle a los chinos.
Muy poco tiempo después, el Che Guevara fue protagonista de un pecado original al evaluar los vínculos sino-cubanos, cuando el 19 de abril de 1960 recibió Mao Zedong. Una copia desclasificada de la conversación revela que hablaron de todo, menos de economía, a pesar de que el argentino era entonces presidente del Banco Nacional de Cuba, y con tales credenciales fue presentado.
Mao desbordó al huésped con una inquisitoria aleccionadora en torno al papel protagónico del campesinado en la revolución cubana, oponiéndose a la versión clásica de Marx, que absolutiza al proletariado en calidad de emancipador de toda la sociedad.
El joven guerrillero se afilió entusiasmado a la interpretación maoísta de la teoría revolucionaria, involucrando de alguna forma la revolución fidelista al grave disenso entre el Pekín de aquellos años y la Moscú de siempre, disputa aplaudida por todo el occidente anti comunista, al producirse un gran cisma en el movimiento marxista-leninista mundial, según comentaran teóricos tan dispares como Henry Kissinger y Carlos Rafael Rodríguez.
Tras el entusiasmo inicial con los asiáticos, Castro debió tomar partido entre los contendientes y, lógicamente, optó por la Rusia, superpotencia que enviaba naves al espacio, y dominaba la energía atómica. El asunto llegó hasta los extremos de prohibir en Cuba la circulación de la revista China Popular.
La herejía maoísta alcanzó un rango tan alto de peligrosidad que, el sistema de enseñanza oficial incorporó la crítica a esta ideología entre sus objetivos para los niveles pre universitarios, algo que recuerda muy bien, de profesor, quien ahora escribe el presente artículo.
En Cuba se olvidó, tanto el bloqueo norteamericano como el socialismo chino, atados por la cuerda de los multimillonarios subsidios del Kremlin.
Al comenzar 1979, los chinos lanzaron una “ofensiva de castigo” a Vietnam, invadiendo su territorio con varios cientos de miles de soldados, después de los sucesos de Kampuchea. La respuesta de Fidel Castro fue solicitar a la Heroína del Moncada, Melba Hernández, durante un acto multitudinario en la Plaza de la Revolución, reabrir el Comité de Solidaridad con el país indochino, esta vez dirigido contra los ‘imperialistas’ chinos.
Con tales antecedentes llegamos a la última “primera vez”, ya entrado el siglo XXI y desaparecida la Unión Soviética.
Los chinos, en pleno despegue económico, aceptaron con la pragmática milenaria que les caracteriza, la oferta de reconciliación.
Debe reconocerse que la enorme asimetría entre ambos países encontró eco generoso desde los predios donde nace el sol. Fue condonada una deuda de 6 mil millones de dólares en 2011, estimulando el último comienzo de estas seis décadas.
El secretismo imperante en las prácticas oficiales de los partidos comunistas provee escasa información económica de carácter público. No obstante, fiándonos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información de la República de Cuba (ONEI), junto a lo divulgado por agencias acreditadas en La Habana, como Reuters, puede aseverarse que estamos en un franco declive del comercio bilateral, mientras la inversión poco ha pasado de los proyectos.
Dirigentes y funcionarios sonríen, se dan la mano para la foto, firman acuerdos, pero del dicho al hecho va un apreciable trecho.
Hacia el 2016 se alcanzó la cúspide comercial con unos 2328,2 millones-pesos simbólicos o mejor dólares- de los cuales solo 257,4 M corresponden a exportaciones cubanas, significando un notorio déficit superior a los 8 mil millones. La ONEI cierra su información con el 2019, año en que el monto total de la balanza alcanzó 1671,2 M, y aunque las ventas cubanas llegaron a 442,7M, se mantuvo el notable desbalance.
Una sencilla evaluación indica la caída de las importaciones de la Isla caribeña. De acuerdo a Reuters, la baja ha llegado hasta los 483 millones el año recién terminado, pero manteniendo la parte cubana sus ventas sobre los cuatrocientos millones. La inferencia es que, Cuba solo ha podido comprar según es capaz de pagar de alguna manera, una clave del nuevo ordenamiento impuesto por la economía de mercado.
Los chinos condonaron deudas pasadas, pero no parecen dispuestos a prestarle más dinero a un gobierno cuya incapacidad de pago es notoria y generalizada.
Sobre las inversiones, sin exagerar, las autoridades de ambos países han firmado cientos de acuerdos de diversa magnitud, de cuya ejecutoria posterior muy poco se ha hecho efectiva.
Algunos sectores clave son la excepción: las telecomunicaciones y la prospección petrolera están asistidas por Beijing, la primera de forma íntegra y la segunda en una fase inicial de perforaciones a gran profundidad bajo las aguas someras de la plataforma insular antillana.
Siendo China el primer consumidor de Níquel cubano, el país caribeño ofrece sus enormes reservas de este mineral, cobalto incluido, con una aceptación formal del cliente asiático, pero desde posiciones cautelosas en cuanto a la ejecución de grandes proyectos inversionistas, como exige desesperadamente el anfitrión.
Un artículo del corresponsal Marc Frank, reseña la situación:
«Los dos países liderados por los comunistas siguen siendo aliados políticos y socios económicos, con China invirtiendo en energías alternativas en Cuba y financiamiento para el desarrollo en la industria ligera, las comunicaciones y otras áreas. Cuba tiene tres empresas farmacéuticas en China. Pero según cinco diplomáticos y empresarios activos en Cuba, sus pares chinos han expresado durante años su frustración con las prácticas comerciales cubanas y los problemas de pago.” (Reuters, La Habana, febrero 5 de 2021)
La estatua de Confucio en la muy concurrida calle Zanja, junto al barrio chino de La Habana, parece dictar la cautela de sus compatriotas allende los mares. Este 8 de diciembre, durante un Foro para promover inversiones, celebrado en Beijing, dos empresarias vinculadas directamente con la isla, opinaron:
- “Nos dijeron que se va a actualizar algunas informaciones de políticas, nosotros queremos conocer esas políticas y medidas para pensar en qué sectores podemos hacer inversiones o profundizar las cooperaciones con empresas cubanas.”
- “Con este foro queremos conocer las regulaciones e impuestos después de hacer una inversión en Cuba.”
¿Cuál es la clave para entender el encuentro/desencuentro cubano-chino?
Citamos a dos expertos, entrevistados por la revista rusa Sputnik:
Alberto Santamarina, español: «El Gobierno de La Habana tiene pocas posibilidades de hallar socios comerciales e inversores con intención creciente de negocios y a los que puedan afectar menos las amenazas de la Administración de Washington.”
Evidentemente, la exclusión de Washington del mercado cubano, favorece a países dispuestos a retar las regulaciones estadounidenses, sin embargo, el director del Instituto de América Latina de la Universidad de Anhui, Fan Hesheng advierte:
«China no se rendirá por las advertencias de EEUU, por su intervención decisiva ni por la oposición a dicha cooperación, pero debe tomar en cuenta las acciones de EEUU y tratar de no tocar sus intereses estratégicos».
A diferencia de los rusos, los chinos no están centrados en la geoestrategia militar. Por otro lado, el gran estado comunista no precisa de servicios médicos de su contraparte y tampoco cuenta con una emigración cubana significativa.
Un asunto de profundidad media decisivamente en esta la dualidad contradictoria, se trata de la negativa, reiterada hasta la saciedad, por parte de la Plaza de la Revolución, a implementar reformas integrales, aceptando la economía de mercado.
La invocación retórica a los lazos históricos entre ambos países choca con una realidad imposible de soslayar por el gobierno de Xi Jinping. Por muy autoritario que sea el mandatario, debe respetar las reglas del mercado que el mismo impulsa, responsables directas del éxito que acompaña a su país.
La combinación Raúl Castro/Díaz-Canel se siente atada a un juramento hecho ante el fundador de la dinastía comunista, Fidel Castro: Ni pluripartidismo, ni economía de mercado.
Hace mucho que Deng Ziaoping desideologizó la reforma económica, sentenciando «da igual que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones.”
En la Plaza de la Revolución no se acepta públicamente la exclamación del gran reformador, cuyos anhelos mueven hoy a 1400 millones de personas rumbo al progreso: ¡Enriquecerse es glorioso!
* Vicente Morín Aguado es periodista independiente asociado al Havana Times. Este es el séptimo de varios trabajos exclusivos para el Instituto de Estudios Cubanos de Morín Aguado que ahora reside en los Estados Unidos. |