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Batista toma el poder político mediante un golpe de estado – 10 de Marzo de 1952

Convencido de que no podía ganar las elecciones programadas para junio de 1952, Fulgencio Batista derrocó al régimen del presidente Carlos Prío en ungolpe de estado incruento y magistralmente ejecutado el 10 de marzo. El golpe de estado dependía casi totalmente del respaldo del ejército y atrapó a la población cubana, así como a Prío y sus seguidores, por sorpresa. Batista rápidamente consolidó su posición al reemplazar a los oficiales disidentes del ejército con sus propios hombres leales, exiliar o arrestar a partidarios más importantes de Prío, y tomar control temporal sobre los medios de comunicación. El propio Prío buscó asilo en la embajada mexicana y más tarde abandonó el país.

Batista justificó su movimiento alegando que Prío pretendía perpetuar su propio gobierno y que la tendencia a la violencia evidente en el país requería el orden o autoridad que solo él podía proporcionar. Sin embargo, otras razones quizás expliquen mejor sus acciones. Batista estaba rodeado por un grupo pequeño e íntimo de políticos ambiciosos y sin escrúpulos que habían sido excluidos del proceso político por las dos administraciones del partido Auténtico precedentes. El propio Batista anhelaba el poder que una vez tuvo y esperaba que su acción le ganara la popularidad que siempre codició, pero nunca logró. Su débil posición a medida que se acercaban las elecciones, y las maniobras del presidente Prío, que sobornó a varios aliados de Batista para cambiar su apoyo, minimizando así sus posibilidades políticas, convencieron al viejo general de que el único camino al poder era a través de la violencia.

La facilidad con que Batista asumió su poder subrayó la debilidad de las instituciones políticas de Cuba y la tendencia a la violencia que dominaba el proceso político. El poder legislativo era débil y estaba impregnado de corrupción. Los ortodoxos no tenían líderes y eran en gran medida ineficaces desde la muerte de Eduardo Chibás, fundador del Partido Ortodoxo. La corrupción de los Auténticos y su incapacidad para traer profundos cambios estructurales a la economía cubana les había costado mucho apoyo y los había desacreditado a los ojos de muchos cubanos. El fracaso de este partido reformista democrático fue quizás el factor más importante que contribuyó al golpe de 1952 y los eventos que le siguieron.

Los cubanos reaccionaron escépticamente ante la nueva situación. Si no hubiera sido por el estado incierto de la vida política, como lo demuestra la falta de respeto hacia las figuras políticas, el gansterismo y la corrupción que prevalecieron durante las administraciones anteriores, tal vez los cubanos habrían reaccionado con más vigor. El desempeño de Batista en 1944, cuando permitió las elecciones libres, y sus promesas ahora para elecciones honestas e imparciales en noviembre de 1953, contribuyeron a la sumisión del pueblo. La rapidez del golpe y la demostración de poder militar por parte de Batista también contribuyeron a contener los exabruptos de oposición que se produjeron. Interesados en la estabilidad y el desarrollo económico, los grupos empresariales, tanto locales como extranjeros, dieron la bienvenida en gran medida a un régimen que impondría el orden.

El establecimiento de la dictadura de Batista tuvo un profundo impacto en la isla. Los escritores criticaron la descomposición moral de la república e incluso cuestionaron la capacidad de los cubanos para gobernarse a sí mismos. Aunque temas como el nacionalismo, el reformismo y el antiamericanismo todavía estaban presentes en la literatura después de 1952, ahora estaban impregnados de pesimismo y tristeza sobre el futuro y sobre el retroceso que el retorno de una dictadura militar significaba para el desarrollo político de Cuba. Los escritores señalaron que había un sentimiento general de culpa por la incapacidad de los cubanos de cumplir con los principios y ejemplos de los padres fundadores. Insistieron en que los cubanos rechazaban sus responsabilidades individuales alegando que la sociedad en su conjunto no estaba cumpliendo con sus responsabilidades colectivas y llegaron a creer que nunca se merecían a hombres como Martí, Maceo o Gómez.

La idolatría de Martí se fortaleció aún más después de 1952. Dos eventos, la conmemoración de medio siglo del nacimiento de la república en 1952 y la centésima celebración del nacimiento de Martí en 1953 dieron lugar a una literatura que intentaba evaluar el desarrollo y el estado de Cuba en tan importantes coyunturas. Una variedad de libros y artículos aparecieron sobre la vida de Martí y sobre la lucha épica por la independencia de Cuba. En ellos, y sobre todo en numerosos discursos, las enseñanzas de Martí contrastaron con las condiciones en que la dictadura había sumergido a Cuba. Viejos revolucionarios, jóvenes idealistas, intelectuales, periodistas y también políticos corruptos invocaron a Martí. Todos parecían encontrar refugio y consuelo al repetir sus palabras y bañarse en la corriente bautismal de su pensamiento.

Sin embargo, los escritos y los discursos pronto dieron paso a la violencia. La imposición de una estricta censura por parte del régimen de Batista silenciaba todas las críticas. Los líderes de la oposición fueron encarcelados o exiliados. La represión aumentó. Las voces que clamaban por una solución pacífica a la interrupción del proceso constitucional de Cuba pronto fueron ahogadas por voces que clamaban por la violencia. Cuba fue nuevamente sumergida en el terrorismo y la violencia, una violencia que finalmente culminó en una revolución y un estado totalitario.

* Jaime Suchlicki es Director y fundador del Instituto de Estudios Cubanos, CSI, un grupo de investigación sin fines de lucro en Coral Gables, FL. Es el autor de Cuba: De Colón a Castro y más allá, ahora en su quinta edición;México: de Montezuma al ascenso del PAN, 2ª edición, y de la recientemente publicada Breve Historia de Cuba.

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