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Explosión del acorazado Maine – 15 de febrero de 1898

El 15 de febrero de 1898, el acorazado Maine explotó y se hundió en el puerto de La Habana, matando a 268 oficiales y marineros. El crucero blindado había venido a proteger a los ciudadanos estadounidenses después de los disturbios de los oficiales españoles tres semanas antes.

En 1976, el almirante Hyman Rickover realizó una investigación sobre la causa de la desaparición del Maine. El resultado de su investigación, publicado en su libro Cómo se destruyó el acorazado Maine, apunta a un accidente causado por el incendio espontáneo de carbón, cuyo fuego resultante se propagó al búnker adyacente de almacenamiento de municiones, causando su explosión. El carbón bituminoso utilizado por la Armada de los Estados Unidos era altamente volátil e inflamable por combustión accidental. Antes y después del desastre principal, varios buques de guerra estadounidenses sufrieron incendios espontáneos en sus bunkers de carbón, incluido el crucero blindado de Nueva York.

Otra teoría sostiene que una mina detonada debajo de la quilla de la nave voló la parte delantera del crucero, provocando el hundimiento.

Sigmund Rothchild fue testigo ocular de la explosion, era pasajero en el transatlántico “Ciudad de Washington”, anclado cerca. Rothchild estaba en cubierta frente al buque de guerra. “Miré a mi alrededor y vi que la proa del Maine se levantaba un poco, salía un poco del agua. No duró más de unos pocos segundos… luego, en el centro de la nave, se produjo una terrible masa de fuego y explosión… toda la nave se levantó, yo diría unos dos pies, y cuando se levantó, la proa bajó “.

Algunos expertos tienen reservas sobre de la teoría del almirante Rickover, apuntando al gran agujero debajo del casco de Maine, donde la quilla metálica se plegó bruscamente en una V invertida, con el vértice empujado hacia arriba, lo que sugiere una explosión externa. Unos días después del desastre, España y los EE. UU. enviaron expertos navales para determinar su causa. El equipo estadounidense concluyó que había sido una explosión externa la que detonó en el almacenamiento de municiones. Los españoles coincidieron con la conclusión del Almirante Rickover, encontrando que la explosión interna se debió a una trágica combustión del carbón bituminoso volátil. Ya en ese momento, la cuestión de cómo había sucedido la explosion era un debate.

La “prensa amarilla” estadounidense entró en un frenesí de titulares incendiarios y no se preocupó en buscar una respuesta justa. Ya habían decidido que España era culpable, y la guerra inevitable.

Aún hoy, una explicación definitiva de esta terrible explosión sigue siendo inconclusa.

 

 

 

* Pedro Roig, Esq. es Director Ejecutivo del Instituto de Estudios Cubanos. Tiene una maestría en artes de la Universidad de Miami y un doctorado en derecho de la Universidad de St. Thomas. Ha escrito varios libros, entre ellos La muerte de un sueño: Una historia de Cuba y Martí: La lucha de Cuba por la libertad. Es veterano de la Brigada 2506.

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